27 diciembre de 1959
El permiso y la travesía
Llevamos dos noches y un día en el Ernesto Anastasio, barco de pasajeros de la compañía Transmediterránea, el cual, dentro de 24 horas, nos dejará en el puerto de Málaga; que por cierto ya tengo ganas de llegar y vivir el ambiente peninsular.
La travesía, hasta ahora, se va haciendo sin novedad. Hoy el mar está algo más alborotado y aunque es un barco grande, se me mueve bastante; por lo cual, nuestro lema es: del comedor a la cama y de la cama al comedor. Además, el panorama no tiene muchas alternativas, agua y cielo, en el cual revolotean algunas gaviotas que nos recuerdan la historia de Colón, aquel intrépido navegante que descubrió el Nuevo Mundo.
La despedida de Canarias no fue demasiado alegre, ya que dentro de poco tendremos que volver y comenzar de nuevo la interrumpida vida militar, con sus ratos buenos y sus ratos malos, vida que todo hombre debería conocer.
Me parece que el barco no corre lo suficiente, la gana de llegar a mi tierra es algo que no me deja dormir: Mi casa, mis hermanos, la novia…, esa linda muchachita a la cual, personalmente, le repetiré sus frases: —Felices fiestas, te desea, tu Carmencita— En fin, que tengo muchas ganas de verla y mirarla a los ojos.
Hace unas horas he oído misa, es la primera vez que oigo misa en un barco y, por cierto, no es muy agradable dado el balanceo del barco, hay que tener cuidado para no perder el equilibrio y rodar.
Ya se van viendo muchos barcos pesqueros, lo que nos indica la proximidad de la costa. Según dicen la primera ciudad que veremos será Tánger y a las nueve de la noche nos adentraremos en el Estrecho de Gibraltar. Por la noche hacemos cama redonda en la cubierta del barco: sanitarios, artilleros, marineros, paracaidistas y un regular, todos bajo una tienda de campaña instalada en la cubierta del barco; pasamos la mayoría del tiempo contando cada cual su vida.
Son las once menos cuarto de la noche (hora Canaria), nos alejamos de Tetuán, esta nos queda a nuestra derecha; a la izquierda van apareciendo nuevas luces, según dicen, es Algeciras y también el célebre Peñón de Gibraltar. Me alegraría que fuera de día para ver todo esto con más claridad, todo esto, de día, se apreciaría mucho mejor y podría uno opinar por el aspecto de la costa.
Hoy nadie duerme, la mayoría estamos asomados contemplando las luces de la costa, señal de tierra, que harta gana tenemos de cogerla. Otros preparan sus maletas para pasar la aduana, es una cosa que todos tenemos que hacer para evitar conflictos con la policía. A Málaga llegaremos a las seis de la mañana, antes de llegar me ducharé y me vestiré de paseo, con el fin de presentarme bien ante los boquerones malagueños.
Nota: Creo que fueron tres semanas de permiso, aunque no estoy del todo seguro.
José Vílchez Terrón

Vista aérea del buque de pasajeros Ernesto Anastasio

El buque de pasajeros Ernesto Anastasio en el puerto de Málaga a finales de los 50
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