18 marzo de 1960
Oración pidiendo fuerzas y alegría
Señor, a Ti te escribo ¿Es así como debo continuar en la vida? Como sabes mis decisiones siempre las hice con tu consentimiento, toda mi vida abarcándola en su conjunto, ha sido dedicada a llegar a Ti. ¿Qué me pasa hoy? me siento triste… ¿Este es mi destino…? ¿Siempre viviré igual? Hay veces que no resisto más, me parece que voy a sucumbir. Tengo 22 años y la sangre me hierve… ¡Señor…las mujeres…! ¿Por qué las hiciste tan seductoras? Señor…, no sé qué decirte solo te pido que me des fuerzas, o… no sé. ¿Qué es esto? ¿Te dejaré algún día? ¿Cederé al final y todo el baluarte de mi ilusión dejará de existir?
Contigo sufro, sin Ti ¿que sería? También lo he probado, no sé lo que era, ni lo que soy, ni lo que seré. Dime… ¿Cuál será mi destino… llegaré a alcanzar el fin propuesto? ¿Podré amar y querer como sueño? ¡Amar…querer…! Hoy se usa mucho esta frase ¿Es que estoy loco? No sé lo que me pasa.
Hay veces que pienso en abandonarte, el mundo me acosa, las mujeres me sacan de quicio, todo se pone en contra mía; procuro evitar todas las ocasiones, pero… por eso me parece que vivo así. ¿Como vivo? ¿Antes era feliz? ¿Soy ahora…? ¿Seré luego…? Ninguna de estas preguntas puedo responder. Devuélveme mi madre y seré feliz, sí, mi madre. Mi novia, en parte podrá suplantar esta falta. Vivo de amor, por el amor y desearía que solo en el mundo se amara con el amor de una madre. ¡Madre…! Me oyes ¿verdad? No puedo gritarte. Tú me enseñaste esta religión y me diste esta educación ¿Con que fin? ¿Pretendiste hacerme un desgraciado con esto…? No, me querías, me amabas, jamás te olvidaré. Solo un amor como el tuyo aceptaré. No, no puede ser ¿Dónde estás? ¿Verdad que me acaricias desde arriba? Pero… ¿por qué me dejaste?
Oigo tus palabras: “¡Por ti me he levantado para que veas que estoy mejor! ¿Dónde irá a parar la casa?”
No puedo más, las lágrimas están brotando en mis ojos, no sé ni lo que estoy escribiendo, estoy dando rienda suelta a mi imaginación.
¡Carmencita…! ¿Dónde estás…? Tú cogiste su mano ¿recuerdas? A poco se fue lejos, aún no ha vuelto, nosotros iremos en su busca, ahora te tengo a ti. ¡No me acaricias! Necesito cariño, amor, alguien que me haga pasar un rato feliz sin tener que pecar.
Angustias, tu sufres más que yo ¿verdad? Las pasiones en ti poca mella harán, pero el mundo… en fin. No sé si escribo a alguien. ¡Virgen Santísima…! ¿Dónde estás? Crees que he olvidado tu promesa: “A nadie dejaré sin consuelo”
¡Qué he hecho…! Cuando mi corazón se llena tiene que desahogarse, pero la verdad es que no sé lo que he puesto, ni a que impulso ha obedecido mi pluma para escribir todo lo que ha escrito.
Tres cosas me faltan y otras tres poseo. ¿Cuáles pesan más? Lo que me falta es material a excepción de mis padres. Lo que tengo, todo está basado en el amor. Lo que me falta es difícil conseguirlo y lo que tengo es fácil perderle. Solo tengo que dar paso al egoísmo y al vicio, desterrar mi fe, el amor a mi novia y a mis hermanos y todo lo demás vendrá por añadidura.
Mi padre murió a los dos años de mi nacimiento, por lo cual, solo, que no tengo padre es el recuerdo que de él tengo. Todos los que le conocieron me dicen que era un hombre de conducta intachable. Mi madre me educó en la religión católica; ella la practicaba y de ella aprendí a rezar, a recurrir a Dios en todo momento y luchar con fe en que hay otra vida mejor. Murió hace casi tres años. Un pasado triste y de resignación es el recuerdo de su vida y de su larga enfermedad. Aún recuerdo su mirada, cuando bajé al pueblo y entré en la sala donde ella estaba. Tres días de agonía y al final la muerte.
Allí estábamos sus cuatro hijos, todos rompieron a llorar, cosa que yo no hice. ¿Que era eso? Yo tenía 19 años y acostumbrado como estaba a pensar las cosas, aquella me ahondó demasiado para reaccionar con llanto. Pensé en la realidad de la vida, en lo que en vida ella me dijera, según lo cual, su último trago amargo lo pasó, cuando al querer tragar saliva, expiró. Ya estaba en otra vida libre del peso del mundo. Esto es cierto, pero…, aunque la duda pudiera ofuscar mi cabeza, jamás haría traición a una madre como la que yo tuve y a un padre que, según la descripción de ella misma, era modelo de perfección y murió con alegría como quien sabe que ha alcanzado la victoria.
Desde los catorce años llevo luchando contra el mundo y la carne, ambos enemigos sin rival. Las batallas libradas han sido muchas, pero las que tomaron decisión en mi carácter, fue la librada en Burgos con el mundo, de esto hace unos cuatro años. La librada con la carne fue en el verano del 1957. Fueron dos victorias que, hasta ahora, me han servido de ejemplo y me han invitado a continuar la lucha.
Después de ocho años de juventud guiada y encausada hacia un fin ¿voy a torcer ese camino? ¿Qué motivos hay para ello? ¿He estado equivocado? Si así fuese, también mis padres lo hubiesen estado y ellos no pudieron equivocarse, por lo cual seguiré su ejemplo hasta el final. Estoy cansado, eso es cierto. Es duro, nadie me lo niega. Dice el ideario paracaidista: —El frío, el cansancio y la fatiga para mí serán estimulantes— Aplicaré este ideario a mi decaimiento en la lucha moral, y no cabe duda, me sentiré estimulado a conseguir el fin; la victoria definitiva.
¿No es de cobardes renunciar a todo y renegar de todo, solo teniendo a mi favor el que estoy cansado? Sería un cobarde, quien lo duda. Además, yo no sé… pero mi carácter esta casi formado, bajo una dirección, bajo un mando, hacia un fin. Si lo cambio, no me cabe la menor duda que moriré acosado por mis remordimientos y el recuerdo del pasado será mi mayor castigo; por lo cual, aquí no podré ser feliz y en otro sitio tampoco, ya que el que vive rodeado de placeres no puede esperar otra cosa.
Desprecio los hechizos de tu mundo y conseguiré más victorias sobre ti; aunque sé que nunca dejarás de acosarme, siempre te veré humillado a mis pies. Tu insistencia en derribarme es lo que me indica que soy fuerte, así que te vuelvo a citar. Preséntate en las fases que quieras, que yo lograré con la ayuda de los recuerdos antes expuestos y la de Dios (ese Dios de mis padres) todas las veces que se presente.
¡Carne…! A ti tengo más respeto, mis caídas aquí me llevaron a pensar que eras enemigo invencible, pero después de la victoria del verano, que me costó llorar más de una vez, pude comprobar que no lo eras. Aquella rubia, que tantos piropeábamos, me tendió su lazo; siento mi primera y segunda derrota, pero al final la victoria fue mía. Es doloroso que lo que tantos otros desearían, se le brinde a uno como plato exquisito, servido en bandeja y te inviten a comerlo; teniendo hambres devoradoras y, después de haberlo tenido en el paladar saboreándolo, haya que renunciar a él sin poder saciarse. ¿Qué pensó de mí? ¿Qué no era un hombre normal? Que era “marica” tal vez; aunque mi primera y segunda caída le demostrara lo contrario.
El caso de hace dos meses… ¡Qué duda cabe que pensaría que era marica, afeminado, falto de energías! También era rubia y, por cierto, muy elegante y atractiva. Esto es duro, muy duro, Señor, pero lo antes expuesto me exigen estos sacrificios; cuando llegue al matrimonio, tendré el orgullo y el honor de transmitir a mis hijos toda la fuerza que un hombre haya podido acumular durante su juventud. Mis hijos han de ser sanos y fuertes, y nunca a sus padres podrán culpar de nada que les suceda después. Mis padres no me dieron dinero, pero me dieron una educación y un fin a conseguir. Lo mimo tendrán mis hijos si Dios quiere dármelos, cosa que no dudo.
Durante mi vida militar, y sobre todo aquí en Las Palmas, mi forma de proceder me crea un ambiente algo aislado: por una parte tengo la crítica de mis compañeros, los cuales, con su sistema de mofa, esperan que yo cambie para justificarse ellos. Las ocasiones para ponerme en ridículo son aprovechadas al máximo. Unos bajo título de bromas de amigos, otros abiertamente en contra de mi forma de proceder; todos, a excepción de algunos íntimos, continúan sus ataques un día tras otro. Mientras ataquen, es señal de que hay algo que resiste y todo lo que resiste es fuerte, luego los invito a continuar, de esa forma me avisan que no me puedo dormir en medio del campo de batalla.
Por otra parte, las mujeres aquí son de diferente carácter a las de la Península, viven un ambiente más libertino y el clima invita a dar expansión a las pasiones. Mis esfuerzos aquí son mucho mayores, hasta ahora, han competido con los ataques dando por resultado la victoria a mi favor. Para esto me vale mucho el recuerdo de mi novia que constantemente pide por mí. ¿Cómo conseguí ese modelo de novia? Ya lo contaré en otra ocasión, solo diré que tenía 16 años cuando le hablé, que ahora tiene 21 y cada día la quiero más.
Mañana es el día de mi santo, espero poder hablar conmigo mismo algún rato y felicitarme con la sonrisa de un buen amigo.
José Vílchez Terrón

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