Barcelona, 6 diciembre 1962
El día que menos dinero tengo
Hoy es el día que menos dinero tengo.
Esta tarde he salido a vender televisores y no llevaba encima ni una moneda de diez céntimos. Tenía una peseta, pero antes de salir de casa la dejé encima de la biblioteca, lugar que sigue ocupando, pues mi Carmencita, no se ha decidido a gastarla.
Esta tarde antes de salir de casa llegó el sereno y, aunque eran tres pesetas, no pude atenderle en su petición; por lo cual le he rogado que, si no le sirve de mucha molestia, vuelva otro día por casa. Espero que la próxima vez tenga más suerte.
Los desplazamientos por Barcelona los he hecho gratis, amparado en mi cara, y amparado por mi documentación de policía municipal que, aunque no sirve, en algunos casos le saca a uno de apuros, como el caso de esta tarde:
El conductor del autobús me dijo:
—Ese carné no le sirve y usted lo sabe.
—Yo lo sé y usted también, que sí me sirve.
—Pase, —me respondió— todos somos obreros.
Esta noche hemos cenado un poco de queso, otro poco de chocolate, galletas, café, carne de membrillo, huevo cocido y un poco de pan, parte del cual se lo hemos pedido al del piso 2º puerta 2.
Esta selecta variedad de alimentos que hemos comido, se ha debido a que teníamos que comer lo que había en casa, y eso es lo que quedaba en pequeñas porciones.
La abuela se ha enfadado un poco, ya que ella no quería que molestáramos a la vecina para ir a por pan. Yo le contesté que no se preocupara por este detalle, que aquí mandábamos nosotros. Naturalmente debí herir sus sentimientos, casi se le saltaron las lágrimas. Espero que todo esto pase pronto y podamos volver a la vida normal. No es mi deseo que se cumpla en esta casa el célebre refrán: “Donde no hay harina, todo se vuelve mohína”.
Para mañana… ¿Qué nos tiene para mañana el Señor? … ¿Tendremos más dinero?… ¿Ganaremos más? …
Oye… oye… Señor. Aquello de: “Los pajaritos que no se preocupan y comen más…” “Los lirios que no hilan y se visten”… ¿Qué hay de eso?
¿Será cuento o será verídico? Mañana lo veremos. Hoy por hoy, hemos cenado; el desayuno puede que lo podamos hacer, pero no hay para más. Ahora es tu hora, el “maná” del desierto… ¿dónde está? Vamos, sé que lo puedes, ¡pues hazlo… no esperes más!
¿Cómo se dormirá sin comida y sin dinero? Pronto lo sabré. Espero poder contarlo otro día; estoy seguro que magníficamente, sólo Dios, puede hacer lo que al hombre tanto le cuesta.
Bueno Señor, que pasemos todos buenas noches y ya sabes, a vestir los lirios del campo… y a nosotros, otros garbancitos.
Son las diez y media de la noche, mi Carmencita está acabando de coser unos camisones de confección que tenemos que entregar mañana. Yo, escribo, algo es algo; hay que perpetuar este día. Unos días, me animan para pasar otros y, todos, para seguir con Cristo.
Anoche, en la televisión, habló “un cierto sujeto” el cual se expresaba de la siguiente forma:
—Si el hombre consigue lo que le llena, pierde su libertad, ya que se somete a una cosa, que es inferior a él mismo.
Según esto, el hombre está destinado a no llenarse (ni de judías). Esto refuerza mi teoría, que: “La única felicidad a conseguir es la que no existe en este mundo”. La conseguida, deja de existir, desde el mismo momento que se posee.
El hombre lucha, vence y muere después. Con toda seguridad, el que se llena, y no de judías precisamente, ese es el que retiene lo mejor y dura eternamente.
Un abrazo para todos.
José Vílchez Terrón
Barcelona, 22 febrero de 1963.
Sí. Por este camino creo que conseguiré mis sueños de antaño. Los ingresos se me han multiplicado, mi fuerza moral es muy superior; ahora estoy intentando coordinar mi trabajo con actividad apostólica, con el fin de no perder el equilibrio, tan necesario para la vida del hogar.
En este mes he cobrado cuatro mil cuatrocientas pesetas, eso sólo de la venta de televisores. En la guardia han aumentado novecientas pesetas y mi Carmencita ha conseguido ganar cosiendo, este mes, setecientas pesetas. Estos ingresos, en su conjunto, representan tres veces más que antes.
Ahora, me encuentro en casa cojo a causa de una patada que me dio un caballo, pero no me preocupa lo más mínimo, estos días los estoy aprovechando y espero sacar de ellos el mayor provecho. Dios me ha proporcionado este descanso, Él sabrá con qué fin.
“Dios aprieta, pero no ahoga”, ese es el refrán y creo que en mí se está cumpliendo al cien por cien. Sólo te pido una cosa Señor: que hagas que nunca me olvide de ti, todo lo demás, quedará de tu cuenta.
Que yo sepa pedir y que también sepa corresponderte, y nada más. Muchas gracias por tanto bien como has obrado en mi familia y en mí. Hasta otra. Virgen Santísima, sigue escuchándome. Gracias.
Un abrazo para todos.
José Vílchez Terrón

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