Web José Vílchez Terrón

Barcelona, 24 septiembre de1969

Yo quiero escribir

Mi esposa duerme; la abuela y mis cuatro hijos, también. Son las diez menos cuarto de la noche.

Yo quiero escribir sobre infinidad de cosas; hace mucho tiempo que no me paraba a escribir. Hoy, no se por que, siento deseos de hacerlo, quizás sea necesidad de darle al bolígrafo.

¿Por donde comienzo…? Mi niñez… Mis padres (ambos murieron) ¿Relato su vida y aspiraciones?…  O hablo de mí.

Es curioso, quiero decir muchas cosas, pero me temo que voy a necesitar muchas horas y mucho papel, sí. Voy a comenzar como en una novela… o quizá mejor como en un cuento… Debe ser como lo haría Juan ramón Jiménez. Sí, esto me gusta más; claro está que yo no soy Juan Ramón. Empezaré como yo sé.

No recuerdo si fue de noche o de día, pero da igual; debería hacer mucho frío, de esto estoy bien seguro, ya que casi todos los 22 de diciembre suelen ser muy fríos. Además, en el pueblo de Dúrcal hace mucho frío todo el invierno. En fin, no es cosa de darle más vueltas, nací allí y ese día, no importa la hora.

Crecí por allí, junto a mi madre y hermanos. Perdonad si no os hablo de mi padre, según me dijo mi madre, él murió cuando yo tenía poco menos de dos años de esta mi existencia actual, por lo tanto, no recuerdo absolutamente nada. En parte es una suerte, ya que mi mente queda libre de esos recuerdos primeros. Por relatos de mi madre podría contar muchas cosas, pero sería aburrido.

Fue un buen hombre que me legó muchas cosas que yo me he encargado de deformar; mi madre me legó otras y creo que también andan bastante distintas. No… ¡Culpa mía!… No. Las circunstancias, la vida, el rodar de los años, … En fin, un mundo que rodea y que moldea, por no decir, cambia las cosas.

Como todo el mundo, tuve cuatro abuelos y, como algunos, suegra. Suegro no, este murió antes de yo conocer a su hija. En fin, aquí cabe la frase: “Es la vida,” pero a mi no me gusta esta frase y me la paso de largo.

Podría contar cosas curiosas: cuando me caí a un hoyo al querer coger un junco de un balate muy alto; o cuando me cayó un piedra muy gorda en la cabeza al querer subirme a una tapia; o cuando López (es curioso, he recordado el nombre) salió corriendo detrás de mí, tirándome piedras, porque estaba haciendo caca en su maíz. Tonterías, hay otras cosas…, contar esto, son tonterías.

He puesto el punto y aparte para cambiar la conversación, sin embargo, me va gustando. También podría contar cuando me peleé (única vez en mi vida) con Juanillo Pérez. ¡Qué brutalidad!… ¡Qué caras nos pusimos! Aunque él salió peor parado. Sin embargo, es uno de los amigos que recuerdo con más simpatía. Era un niño muy listo, creo que demasiado para estar en Dúrcal; creo que debió nacer, por lo menos, en Motril o en Órgiva.

Los mulos… El célebre “Comisario” es el nombre del mulo que hubo en casa, no creáis que hablo de política, ni mucho menos. Al final lo domé, poco grano y mucha faena. ¡Pobre mulo! Acabé con él, a fuerzas me ganaba. Aunque yo era corto en edad, de inteligencia y de fuerzas, al final vencí. ¿Dónde estará este mulo? No quiero saberlo; ni lo quise demasiado, ni comprendí nunca su actitud. Será mejor no dedicarle más comentarios.

Quiero escribir con bolígrafo y papel
1957 Única vez de José Vílchez con bigote

Yo y mis pensamientos. Un pensamiento que absorbió toda mi juventud, esto es, ser paracaidista. Es curioso ¿verdad? Nadie me entendió, yo tampoco me entendí con nadie y no me entendí ni conmigo mismo, pero al final la realicé. ¡Cuántas cosas podría contar de mis dos años de paracaidista! Fijarse bien: me operaron de apéndice en Las Palmas de Gran Canaria; también tuve dolor de riñón; me dieron diarreas y, cosa curiosa y única en mi vida, durante veinte días llevé bigote ¿No lo creéis?… Pues mirar esta foto en la que estoy yo solo junto al caballito.

Pero… ¿qué dirá mi esposa? Me he saltado todos mis amores. Intenté hablarles a unas doce jóvenes, más o menos de mi edad. Eso sí, tuve picardía, eran del sexo opuesto al mío y una mayoría mucho más bonitas que yo. ¡Qué ilusión…! Al final, una de ellas encontró su caballero andante. No penséis mal, es mi actual esposa, mi Carmencita, la mártir del amor. Se enamoró y nunca jamás logró olvidarme, ni aún cuando me dolía el riñón. ¿Tipos con suerte? Tal vez, pero esta frase a mi no me gusta, yo no soy ningún tipo. Antes de pasar a otro tema, diré que yo también me enamoré de ella y no he conseguido olvidarla nunca.

La mano se me va cansando, la letra ya no me sale bien y el escrito aún está por comenzar, porque yo quiero decir muchas cosas. Como: “¡Ojalá nunca volvamos a venir por aquí!” Esta es la frase que mi amigo Cano pronunció al salir ya licenciados de la Agrupación de paracaidistas de Alcalá de Henares. Por ahora, esta frase, se ha cumplido y ojalá se siga cumpliendo. Es curioso, durante bastantes años viví con la sensación que nos volverían a llamar para incorporarnos otra vez al servicio militar. El razonamiento era el siguiente: el gobierno se ha gastado mucho dinero en nosotros, si hay el más mínimo follón, recurrirá sin pensarlo y nos llamará de nuevo. No ha sido así y yo se lo agradezco.

Barcelona deslumbrante, un casamiento, la SEAT, la policía municipal, la venta y… ¡a mí me duele ya la mano! Perdonadme, a lo mejor otro día escribo otra cosa más bonita, por ejemplo: El vuelo de una gaviota; un ratón que se mete en un agujero; hay muchos temas para escribir.

Son exactamente las once menos cuarto. ¡Qué hora más tonta! ¿verdad? Cuando yo siento necesidad de hacer una cosa, la hago. Ahora mismo suelto la pluma. Con el punto final, termino de escribir.

José Vílchez Terrón

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